miércoles, 3 de marzo de 2021

NECESITO QUE LOS NIÑOS VUELVAN A LA ESCUELA

Si los niños no vuelven a la escuela pronto, voy a acabar tomando algún tipo de medicamento para controlar el desajuste mental que me provoca mi relación con la escuela en casa.

He tratado de comprender el método de la maestra de mi hija. He tratado de ser empática con ella y con los demás niños del salón, incluidas las y los acudientes. Pero debo admitir que cuando mi celular comienza a recibir los mensajes del grupo de II A, mi estómago se comienza a apretar. No quiero abrirlo. Me angustia ver las decenas de notas de voz de la maestra. Sí, verlas, porque las veo llegar y no las quiero abrir. Me enferma saber que en ellas está la clase del día: el rosario de varios minutos indicando las penitencias. Y si no capté bien algo, debo volver a escuchar su voz. ¡Ya no la quiero oír más!

No solo eso. Mi desagrado aumenta cuando veo llegar la tarea en fotos. En lugar de mandar un documento editable o imprimible, la maestra manda fotos borrosas de sus escritos a mano para que de ahí los niños transcriban a sus cuadernos. ¡Mi cabeza se va poniendo ardiente!

Este año, cuando me corroboraron que la maestra sería la misma del año pasado, me sentí realmente triste, enojada, decepcionada. Volvíamos a la penitencia de las clases en casa, pero con la añadidura de tener una docente que no aplica el uso de herramientas tecnológicas para intentar “virtualizar” el aula de clases.

He pensado que soy egoísta porque no todos los niños tienen internet y computadoras. Mi hija sí se puede sentar en una sesión a través de alguna plataforma y recibir explicaciones de forma simultánea con otros estudiantes.

Como sé que no todos tienen esa posibilidad yo necesito que los niños vuelvan a las aulas y puedan recibir sus enseñanzas a través de las experiencias que se dan dentro de ellas. Ni siquiera sé si la maestra de mi hija aplica un buen método. La referencia que tengo es de su desempeño con las clases a distancia, donde mi recuerdo más presente son todas sus situaciones familiares, pues cada vez que le preguntaba por algo relacionado con la clase, o yo me ofrecía a apoyarla para mejorar lo que para mí es un tormento, ella iniciaba alguna historia personal.

En más de una ocasión ofrecí mi tiempo, recursos (que son pocos) y conocimiento. La maestra me escuchaba con respeto, pero al día siguiente seguían las notas de voz y las fotos borrosas. Así pasó el año entero y el lunes volvimos a lo mismo.

Por loco que parezca, incluso he pensado sacar a mi hija de la escuela por la repulsión que me provoca la forma de dar clases de la maestra.

Imagino que todo esto que siento está influenciado en los efectos de la propia pandemia en mi ser, mi mente, en mi cotidianidad.

¡Auxilio. Me siento fatal y sola en esto!

Además con pandemia o sin pandemia, los estudiantes necesitan educación adecuada. Esto no se soluciona en unos meses pero ya es hora de ir empezando a mostrar algo.