miércoles, 12 de febrero de 2020

Sí nos gusta leer

Las complejidades sociales de mi entorno se me han puesto en la nariz. Aquí cerquita, como para que no se me olvide que siempre han estado ahí y para demostrar que hay diversos caminos para transitar cuando ellas están cerca.
Mientras pareciera que la delincuencia organizada va trascendiendo los límites que consideraba distantes, a la par he sido actor y testigo de que a la gente de todos lados, la de mis barrios colonenses, quieren vivir bien... Y no de gratis.
Un papá joven, con un acento que solo sentimos familiar quienes hemos vivido en el "guetto", me dio suficientes herramientas para sustentar lo que yo sé: los que vivimos al margen de las comodidades y facilidades de una sociedad justa también apreciamos la buena educación.
En un principio este muchacho llevaba a su hija a ponerse unas vacunas, aprovechando que se había montado una feria en Altos de los Lagos, a propósito de una visita presidencial en el sector. Al lado de la tolda de MINSA estaba estacionado el bibliobús. Yo lo invité a dejar ir a la niña a leer cuentos. Primero se subió ella, quien quedó fascinada ante la variedad de libros. Al rato su padre fue a buscarla, pero al ver que su hija estaba realizando un taller, él quedó ayudándola.
Al verlo ahí, en el piso del camión lleno de libros, disfrutando con su niña me llenó de esperanza el alma. Más aun cuando me preguntó cómo podía hacer para conseguir un trabajo con nosotros. Eso fue música para mi alma. 
Lo corroboro una vez más, el mejor promotor de lectura que he conocido ha sido el bibliobús. Es un atractivo para todo tipo de entornos y situaciones sociales. Donde llega cae bien. 
En el caso de Altos de los Lagos en Colón, no sólo ese padre fue el único interesado. Algunas madres pasaron horas al lado de sus hijos recibiendo talleres de incentivo. 
Al igual que ellos, fueron muchos los jóvenes que llegaban y pareciera que no podían parar de leer. Acababan un libro y pedían otro al instante. 
Como el número de usuarios no paraba de crecer, decenas esperaban su turno. 
Una y otra vez, gracias al bibliobús, dejamos de lado el mito de que "al panameño no le gusta leer". Siempre que llegamos a las comunidades, populares, campesinas, donde quiere que estemos, allá la gente ve con alegría los libros y quieren seguir leyendo. 
A mi parecer, la gente no lee porque no tiene acceso a libros interesantes. Nadie quiere que le obliguen a comer algo que no le gusta. Es entonces cuando las bibliotecas son un gran bufet, en el que cada quien debería tener acceso a él y así seleccionar sus bocadillos favoritos.