domingo, 19 de abril de 2020

Otra vez el jengibre como buen remedio

Té de jengibre y papaya.

Hoy es el día 42 de la pandemia COVID-19. Hay cuarentena total. Nadie puede circular. Fue el 20 de marzo que se ordenó la paralización de las actividades a nivel nacional, esto incluyó el cierre de todo movimiento comercial, exceptuando aquello considerado como prioritario en medio de esta crisis sanitaria.

Hoy por fin pude conversar un rato con mi amiga Amaia, quien vive en Francia. Después de emocionarnos unos segundos por vernos a través de una llamada por video, era casi obligatorio que ella me conversara de su estado de salud.

Amaia fue una más de las 2 millones 334 mil 123 que han dado positivo en todo el mundo, una de los 150 mil de Francia. Como la mayoría de las personas, ante esta novedad, cuando ella sintió los primeros síntomas pensó que era un resfriado común.

Esta jovencita francesa es de origen africano. Esto hace que su familia guarde ciertas prácticas más naturales a la hora de buscar un remedio para algún malestar.

Al tener dolor en la garganta, Amaia se bebió unas infusiones de jengibre, cebolla y ajo. Cuando lo hizo sintió un rápido alivio en ese área. Pero aunque el dolor desapareció, comenzó a presentar elevadas fiebres, por cinco días seguidos. Se sentía muy débil. Fue entonces que sus padres la llevaron al hospital. La diagnosticaron como COVID-19 positivo, los médicos hicieron la aclaración de que lo peor ya había pasado y el comportamiento del virus en esa etapa sería más leve. Le recetaron unos fármacos y la mandaron a casa.

Francia registró, hasta hace pocos días, 19 mil 329 fallecidos por este nuevo mal. Al igual que acá, están prohibidas las aglomeraciones, hay restricciones. De hecho esta llamada como Amaia se había retrasado porque ella, desde el inicio de la cuarentena debe atender clases virtuales de su universidad y le dejan tanto trabajo que acaba agotada por sus jornadas.

Pero sigamos con la experiencia médica. Mi amiga, además de sus recetas de farmacia para combatir el virus, continúo tomando las mismas infusiones de jengibre, cebolla y ajo que hizo al inicio. Ella asegura que después de beberlas se sentía más compuesta, que cuando solo ingería los medicamentos. De acuerdo con su experiencia, algún efecto fortalecedor tenía esa bebida caliente en su organismo.

Amaia me contó, muy segura de sí, que ella cree que estos remedios caseros pueden tener una alta efectividad para combatir este aún poco conocido virus. Lo dice así porque eso fue lo que sintió al comparar ambas opciones.

Le pregunté si solo ella fue diagnosticada como positiva en su familia. A sus padres nunca le hicieron la prueba, pero llegaron a sentirse igual que ella al principio y procedieron a tomar las mismas infusiones aprendidas en su sitio de origen. Allá, donde a diferencia de la gran París, aún se cultiva la tierra y se depende tanto de ella, incluso a la hora de buscar sanación. Los malestares de ellos no pasaron a mayores.

Amaia no es científica ni nada parecido. Solo es una afectada más, que aunque se llegó a sentir muy débil, se pudo recuperar. Ahora dice que la gente debe saber que no es mala idea tener presentes las recetas de los abuelos, porque para ella, eso fue lo que la hizo sentir mejor.