miércoles, 14 de noviembre de 2018

En busca de la libertad a través de la lectura

Dentro del centro penitenciario La Nueva Joya se ha gestado una nueva lucha. Con pocos recursos toma forma un prometedor sistema de bibliotecas.

Dayana L. Rivas Ch.

En el pabellón E del centro penitenciario La Nueva Joya los privados de libertad tienen su propia forma de ajustar las cuentas. Debido a su particular situación crearon un sistema en el que todo se hace con las manos y el ingenio. Por supuesto, necesitan uno que otro recurso que les llega desde afuera.

Aunque limitados, nada ha detenido el deseo de tener organizadas bibliotecas dentro del lugar que los aísla del resto de la sociedad, porque la consigna la tienen clara y bien rotulada en la entrada de una de ellas “Lee un libro y viaja afuera, la mente no está presa”.

Así van las cuentas. En la biblioteca del ala norte tienen registrados 724 documentos. En un tablero blanco, con unas gráficas dibujadas a mano con líneas perfectamente trazadas, llevan las estadísticas que indican que tienen 351 libros en la colección bibliográfica y 423 publicaciones seriadas (periódicos y revistas) en la hemeroteca.

Todo el contenido lo tienen ordenado según el tema que se aborda. Apenas se entra al espacio destinado para este fin, justo a la izquierda está la hemeroteca, donde han colocado con cuidadosa estética y alfabéticamente las revistas y diarios a los que han tenido acceso.

Luego, la mayor parte del salón tiene el resto de los muebles con libros que acomodaron de acuerdo al Sistema decimal Dewey, que divide la colección en las 10 grandes áreas del conocimiento (0 conocimientos generales, 100 filosofía y psicología, 200 religión, 300 ciencias sociales, 400 lenguaje, 500 ciencias naturales, 600 tecnología y ciencias de la salud, 700 artes y deporte, 800 literatura, 900 geografía e historia).

Los responsables de esta esmerada tarea son los privados de libertad Alex Cedeño, Humberto Pitty, Gregorio Alvarado y Rafael Caballero. Cada uno tiene una tarea específica. Cedeño es quien dirige la gestión bibliotecaria, es el encargado de que todo funcione como en cualquier biblioteca del mundo (dentro de las posibilidades) aunque estén en un penal. Alvarado y Caballero se encargan de llevar el registro de los préstamos y son los responsables de que cada documento regrese a su espacio en buen estado. Pitty tiene la misión de cuidar del orden, el aseo y del diseño de interiores del recinto.

En un pequeño espacio donde se dispusieron varios libros relacionados a finanzas hay un cuadro y el nombre de un excompañero, quien falleció privado de libertad. En honor a él decidieron iniciar la aventura de crear una biblioteca a la que nombrarían Oscar Ibarra. “Era una persona que siempre estaba leyendo”, cuentan los hoy bibliotecarios, quienes argumentan que de ese recuerdo nació la idea que consumaron el 23 de enero de este, cuando inauguraron el centro de aprendizaje.

De la mano de los expertos

Antes de ese momento no imaginaron que algún día desarrollarían estas labores. Dada la necesidad de crear algo que funcionara, entablaron contacto con la Biblioteca Nacional Ernesto J. Castillero R., donde desde el despacho de la directora técnica de esta entidad, Guadalupe de Rivera, se gestionó la dotación de documentos que nutrieran la naciente biblioteca.

La Biblioteca Nacional no solo donó libros. Desde la primera visita se notó el interés que tenían los detenidos, así fue que Rivera autorizó que la bibliotecóloga Fátima Ávila, jefa de la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, dictara unas capacitaciones a quienes se harían cargo de las bibliotecas.

Ávila instruyó a 12 personas. Ella fue quien les habló del sistema Dewey, de las áreas del conocimiento y de la importancia del registro en números de todo lo que realizaban. En las primeras visitas al penal no se observaba lo que hoy son las bibliotecas, asegura la experta.

Fue muy grato para ella ver cómo hoy, sus alumnos se han esmerado en aplicar cada dato que les impartiera en clases. No tienen un sistema informático para llevar los registros de adquisición, de catalogación ni mucho menos los préstamos, como lo permite el programa Absys que usan muchas bibliotecas. Aun así no se les ha escapado ni una cifra.

Hace unos días la bibliotecóloga volvió a La Nueva Joya a entregar una donación de 300 documentos que se sumaron a las 141 novelas, 57 libros de religión, 45 de filosofía, 21 de geografía e historia, 63 de derecho e idioma, 24 almanaques y diccionarios, 54 atlas, 62 periódicos, 25 revistas Mundo Social, 46 National Geografic, 183 revistas Lotería y otros cuantos que nutren el lugar.

Estos hombres han bajado el cielo a su pabellón, con todo y su Sistema Solar. Cuando Ávila entró a la biblioteca quedó parada bajo el sol y los planetas que lo rodean, gracias a una maqueta que colocaron los recién estrenados bibliotecarios en el techo del salón. Fue idea de Humberto Pitty, quien es artesano. Leyendo una de las primeras revistas que le llevaron se encontró con una imagen imponente, que de inmediato, en su mente, la ubicó en la parte superior del cuarto. No sé quedó en el pensamiento, él transmitió su idea a los compañeros y rápidamente solicitaron apoyo de las autoridades del pabellón, quienes permitieron que sus familiares le hicieran llegar los materiales para la manualidad.

La también magíster en Patrimonio documental recibió un detallado informe de lo que ha ocurrido con todo el contenido que ha llegado. En un libro llevan registrado a mano cada documento que ha ingresado, ya sea por vía de la Biblioteca Nacional o a través de las visitas que reciben los privados. Colocan el código según el sistema Dewey y el número de ISBN que tiene cada libro. De esta forma tienen claro en qué sector va cada adquisición. La representante de la Biblioteca Nacional estaba sorprendida de la claridad con que se le describió cada dato.

En otro cuaderno llevan el control de los préstamos. De enero a septiembre se dieron 939 solicitudes. En febrero tabularon 171, marzo 150, abril 145 mayo 126, junio 123, julio 89, agosto 94 y hasta el 18 de septiembre iban 61. Gracias a las estadísticas han detectado que las novelas son lo más buscado, sobre todo la literatura panameña que describe la cultura y regiones del país, entre esos libros más leídos está Pueblos Perdidos del sello editorial Biblioteca Nacional. También piden mucho lo relacionado a leyes y les gustan las revistas porque los hace soñar, describen los encargados de realizar los préstamos.

El ambiente de la biblioteca Oscar Ibarra no tiene nada que pedir a ninguna de afuera. Sus administradores se han encargado de decorar cada rincón, desde los pasillos han sido nutridos con carteles informativos hasta el interior donde aparte de las dos colecciones han diseñado rincones temáticos donde hay un espacio destinado al deporte, a actividades internas, etc. Se han preocupado por hacer esculturas y cuadros pictóricos con material reciclado dándole así color y alegría a las grises paredes.

No solo conmutan, se ayudan a sí y a otros

Estar a cargo de la biblioteca les ha dado otro sentido a la situación en que se encuentra cada uno de los involucrados en este proyecto. En el ala sur del pabellón E se encuentra otra biblioteca, un poco menos dotada pero que funciona bastante bien, explicó Ávila. Los encargados de este sector son Javier De Sedas y Emanuel Espinoza. Ambos conmutan pena gracias a este trabajo, pero para ellos el acceso a documentos de valor es una forma de apoyar a los compañeros que se encuentran en otros programas educativos.

Espinoza cuenta que él mismo se ha visto beneficiado. Él está próximo a culminar su bachillerato. Casi termina de pagar su pena y también recibirá un título educativo. Cuenta que cuando necesita hacer alguna tarea, es la biblioteca el lugar al que acude, porque en su caso, aparte de los profesores y de los talleres a los que tienen acceso, ésta es la única vía que tiene para adquirir el conocimiento que desee.

En este ala también leen mucha literatura panameña y solicitan libros de leyes. Estos últimos para estar mejor informados de sus situaciones legales. En este sector, la biblioteca empieza a tomar forma. Los encargados son más jóvenes que los de la Oscar Ibarra, pero se esfuerzan por mantener el orden y el aseo. Con regularidad visitan a sus colegas para observar cómo han adecuado el espacio y así tener ideas de cómo lograr una mejor gestión bibliotecaria.

Estos dos jóvenes ya se encuentran en lo que llaman “prelibertad”. Su anhelo es que cuando dejen esas paredes y barrotes, la biblioteca siga siendo una herramienta útil. Desean verla más dotada, con acceso a más novelas y a documentos hemerográficos, que es lo que menos tienen.

La realidad del sistema

Colgados en unos cuadros en la pared tienen los certificados que recibieron después de la capacitación de Ávila. Ese fue un paso importante para que hoy, solo unos meses después, las bibliotecas lograran el avance alcanzado. Aunque el sistema penitenciario dispone de un sitio en cada pabellón para este fin, la existencia de estas bibliotecas ha dependido de la voluntad de los residentes del pabellón y del apoyo externo que han encontrado.

La Biblioteca Nacional ha jugado un papel importante en el éxito de estas bibliotecas, el otro pilar, de acuerdo con lo descrito por los propios privados de libertad, ha sido su familia, quienes han aportado libros, maquetas, rompecabezas y otros artículos que les han ayudado a crear un mejor ambiente. Pero cualquiera que esté interesado puede aportar a estas iniciativas a través del departamento de Donaciones del Sistema Penitenciario.

Lo más pobre de su contenido es la colección hemerográfica (revistas y periódicos), porque es a lo que menos tienen acceso sus proveedores. Sus familiares tienen prohibido llevarles periódicos y la Biblioteca Nacional solo recibe los números que necesita para sus propias colecciones.

Justo son los periódicos elementos muy utilizados por ellos dentro del penal y muchas veces los que llegan son usados en los talleres de artesanías. Es decir, que el contenido de la hemeroteca peligra cada vez que inicia un curso, problema que podría ser resuelto si recibieran más donación de estas publicaciones.

Alianzas entre instituciones

Roddy Geannino, coordinador de Educación del Sistema Penitenciario, explica que están trabajando en alianzas para que puedan funcionar más bibliotecas dentro de los penales. Tiene presente que las poblaciones pueden ser muy distintos en cada pabellón, por lo que el tiempo que se tome en concretar cada proyecto puede variar.

Lo principal es estimular al privado de libertad que aunque esté ahí dentro puede ser útil para la sociedad. Ese pensamiento que han demostrado tener los del pabellón E debe hacerse viral. Por su parte Fátima Ávila, de la Biblioteca Nacional, está dispuesta a seguir colaborando con estas bibliotecas. En su última visita les dio algunas recomendaciones sobre conservación, para cuidar la vida de cada documento.

Según las cuentas ajustadas hasta este momento, cada día se realizan cerca de 4 solicitudes de libros en cada biblioteca. A los más asiduos les ha tocado releer varios libros. Les ha quedado marcado el mensaje de la entrada, su mente no está presa y a través de la lectura viajan lejos.